Cuando llegan esas fechas, podemos optar por distintas actitudes: maldecir de la parafernalia navideña, abandonarnos a la melancolía y a la nostalgia, odiar cordialmente a la familia, meternos en la cama y despertar el 7 de enero... o, simplemente, seguir sonriendo al amanecer, como cualquier otro día del año y celebrar, eso sí, que estamos rodeados de quienes nos quieren o de quienes queremos.
Pienso en las muchas personas que se despiertan solas, que pasean solas, que me encuentro solas en el supermercado, en el bar, en el metro. Pienso en la autonomía y en la soledad, en la diferencia entre ser una persona solitaria y sentirse sola.
Pienso en quienes celebran en estas fechas aleatorias el inicio de la cristiandad, como se festeja el cumpleaños de quien ha nacido sin papeles ni identidad, y cuya fecha de nacimiento se impuso el día que entró a la escuela o en el ejército. Pienso en ese sin papeles, en su madre embarazada y en su padre asustado, huyendo de la autoridad, de la policía, condenados al exilio y a la clandestinidad. Pienso en esos millones de amnésicos de misa semanal y en lo que ha quedado el ejemplo del tal Jesús.
Pienso, también, en nuestra capacidad de crear: creamos lazos afectivos, creamos ideologías y discursos, obras de arte, historias bien escritas ... en definitiva, somos capaces de crear y de re-crear nuestra propia vida. Tenemos la inmensa suerte, como decía hace poco alguien, de revivir nuestra infancia tantas veces como queremos y de relegar al cuarto oscuro todas las vivencias que nos han hecho daño. Somos capaces de crecer. Y crecemos, cada día. Aprendemos cosas nuevas, aprendemos sobre los demás y sobre una misma, cometemos errores y aprendemos aún más. Y nos perdonamos. Y nos levantamos.
Este final de año 2010, con las incertidumbres y las inseguridades que -a algun@s- nos amenazan ante esa crisis financiera, debo confesar que me siento con mucha fuerza. Corro el riesgo de caer en lugares comunes pero creo, realmente, que la fuerza está dentro de una. Las circunstancias externas pueden ser terribles, nos puede dar la vuelta a la vida, pero existe dentro de cada mujer maltratada, de cada obrero sin trabajo, de cada familia desahuciada una fuerza propia que le ayudará a volver a empezar.
Para el 2011, deseo que seamos más solidari@s, no sólo en palabras: la solidaridad como la escucha deben ser activas. La sociedad civil tiene mucho que decir.
Además de criticar a la banca, tomemos medidas: existen bancos solidarios donde -curiosamente- nuestro dinero está más seguro, porque no especulan con fondos dudosos; compremos en tiendas de comercio justo, donde el beneficio generado se reparte con justicia a quienes trabajan. Denunciemos los abusos de cualquier tipo, donde nos los encontremos, hagamos oír nuestras voces contra la explotación, la injusticia, el maltrato, la discriminación... rebelémonos contra las leyes segregadoras, contra el recorte de los derechos de las personas, exijamos una educación equitativa, basada en el desarrollo de la autonomía, la calidad educativa, el compromiso del profesorado y de las familias.
Construyamos una sociedad en igualdad, donde se reconozca el papel fundamental de las mujeres en la construcción de la ciudadanía, donde no sólo hablemos de acceso a las oportunidades sino del ejercicio de los derechos.
Así que sugiero que, por una vez, quienes rechazamos con fuerza el mes de diciembre, miremos más allá de los villancicos y del eccema que nos producen, y nos levantemos con los buenos propósitos de enero, el enamoramiento de febrero, el cosquilleo primaveral de marzo, la alegría de las lluvias de abril, la mirada multicolor de las flores de mayo, el alivio de llegar a junio para quienes trabajan en educación, el recuerdo del olor a mar o montaña de los meses de verano, la motivación y el compromiso del mes de septiembre, el descubrimiento de algo nuevo en los meses de octubre y noviembre... hasta volver al odiado mes de diciembre, quizás esta vez un poco menos. ¡Buen viaje a tod@s!
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